”dolor” ::by calber basada en foto del álbum familiar, bautizo*46 GSG (26 mayo 1976 - 15 septiembre 1976)
P. En La hora violeta narras la enfermedad y fallecimiento de Pablo, tu primer hijo. El libro tiene ecos y referencias directas a Mortal y rosa, de Francisco Umbral. No sé si esto es una pregunta personal y literaria, pero ¿cómo se articula un proceso creativo con tanto dolor?
R. Umbral se encontró con la enfermedad de su hijo mientras escribía sobre otra cosa; tuvo que incorporarlo, y el libro se transformó. En mi caso, aunque el libro tiene a veces aspecto de diario, empecé a escribirlo al poco de morir mi hijo. Está escrito muy en caliente, son recuerdos que desordeno: cambio la cronología, hago elipsis. Juego mucho con los silencios y las zonas de sombra. Para mí, escribir La hora violeta fue una forma de vivir el duelo en paz, porque sentía que vivía en un mundo que no me dejaba expresar mi tristeza, ni vivirla como me diera la gana. Y me aproveché del prestigio inmerecido que tiene la literatura para poder encerrarme en ello. Si en lugar de encerrarme a escribir me hubiera encerrado a beber, probablemente me hubieran llevado a Alcohólicos Anónimos, pero como estaba haciendo algo que se supone que es digno, me dejaron tranquilo. Fue una estrategia y por eso alargué mucho la escritura, porque me recreé mucho en el dolor. Es un ejercicio que, si no lo explicas bien, puede resultar masoquista. Fue una forma de intentar vivir lo más intensamente posible -porque eso es lo que provoca la literatura- un dolor del que la mayoría quiere huir. Mi temperamento es el contrario. Yo necesitaba vivir esa experiencia de honrar a mi hijo, y de conocer lo que me estaba pasando. Y tenía la ventaja de que encerrándome a escribir nadie venía a darme ánimos, que era lo que más me reventaba en ese momento, o a decirme que el tiempo todo lo cura. Si en ese momento, en que tenía una rabia tan intensa, hubiera venido alguien a mi casa a decirme eso, le hubiera reventado la cabeza. Esas pulsiones homicidas las reconduje a través del libro, a través de la carta de amor.
R. Umbral se encontró con la enfermedad de su hijo mientras escribía sobre otra cosa; tuvo que incorporarlo, y el libro se transformó. En mi caso, aunque el libro tiene a veces aspecto de diario, empecé a escribirlo al poco de morir mi hijo. Está escrito muy en caliente, son recuerdos que desordeno: cambio la cronología, hago elipsis. Juego mucho con los silencios y las zonas de sombra. Para mí, escribir La hora violeta fue una forma de vivir el duelo en paz, porque sentía que vivía en un mundo que no me dejaba expresar mi tristeza, ni vivirla como me diera la gana. Y me aproveché del prestigio inmerecido que tiene la literatura para poder encerrarme en ello. Si en lugar de encerrarme a escribir me hubiera encerrado a beber, probablemente me hubieran llevado a Alcohólicos Anónimos, pero como estaba haciendo algo que se supone que es digno, me dejaron tranquilo. Fue una estrategia y por eso alargué mucho la escritura, porque me recreé mucho en el dolor. Es un ejercicio que, si no lo explicas bien, puede resultar masoquista. Fue una forma de intentar vivir lo más intensamente posible -porque eso es lo que provoca la literatura- un dolor del que la mayoría quiere huir. Mi temperamento es el contrario. Yo necesitaba vivir esa experiencia de honrar a mi hijo, y de conocer lo que me estaba pasando. Y tenía la ventaja de que encerrándome a escribir nadie venía a darme ánimos, que era lo que más me reventaba en ese momento, o a decirme que el tiempo todo lo cura. Si en ese momento, en que tenía una rabia tan intensa, hubiera venido alguien a mi casa a decirme eso, le hubiera reventado la cabeza. Esas pulsiones homicidas las reconduje a través del libro, a través de la carta de amor.
P. Una de las cosas que dices es que no quieres dejar de sufrir.
R. Sigo haciendo mías todas las frases del libro, y lo único con lo que no me identifico es con cierto sentido del pudor que me llevó en algunas ocasiones a pedir disculpas por lo que estaba contando. Eso sí que ha cambiado, ya no siento la necesidad de pedir perdón por lo que escribo ni por lo que digo. Pero sí, está la idea de perpetuar el dolor. Me siento un poco desdoblado porque es un estado anímico que me acompaña siempre. Y a mi mujer también. Nos acompaña siempre, pero no nos impide estar en el mundo, fingir que somos normales. Procuramos mantener viva esa llama, sin ser personas de ritos. Nuestro hijo sabe perfectamente la historia, ve las fotos y es una presencia que está en su vida, porque forma parte también de su historia.
Sergio del Molino habla con David Mejía sobre su obra y cómo esta se entreteje con su vida y su mirada política . THEOBJETIVE. Publicado: 04/09/2022
Sergio del Molino habla con David Mejía sobre su obra y cómo esta se entreteje con su vida y su mirada política . THEOBJETIVE. Publicado: 04/09/2022