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:: marce 102

:: mi abuela preguntaba el otro día a mi madre, que en qué mes estábamos, que ella cumplía años el día 6 y que a esa casa ahora no venía nadie. Así es, cumple hoy 102 años y no se acuerda ya de muchas cosas pero la mayoría se las barrunta. Qué desolador cumplir tanta vida para celebrarlo en confinamiento, en la resistencia de una casa cercada, sin la memoria del amor acumulado, ni la piel de todos los que la queremos. Paradójicamente, la edad le juega una buena pasada, porque así evita sufrir el dolor de estos días, la reciente pérdida de su querida hermana Emilia. Tampoco advierte la gravedad de lo que pasa con este “virus”. Hoy que tanto oímos hablar de “resistencia”, que el ejemplo de mi abuela dé fuerza y ánimo a quienes lo están pasando mal. Nadie advirtió a mi abuela que viviría tanto para vivir “un combate tan largo como el tiempo”

video aquí ::calber 

Tal vez ésta es la casa en que viví
cuando yo no existí ni había tierra,
cuando todo era luna o piedra o sombra,
cuando la luz inmóvil no nacía.
Tal vez entonces esta piedra era
mi casa, mis ventanas o mis ojos.
Me recuerda esta rosa de granito
algo que me habitaba o que habité,
cueva o cabeza cósmica de sueños,
copa o castillo o nave o nacimiento.
Toco el tenaz esfuerzo de la roca,
su baluarte golpeado en la salmuera,
y sé que aquí quedaron grietas mías,
arrugadas sustancias que subieron
desde profundidades hasta mi alma,
y piedra fui, piedra seré, por eso
toco esta piedra y para mí no ha muerto:
es lo que fui, lo que seré reposo
de tu combate tan largo como el tiempo.

“Casa” de Pablo Neruda 


imagen::calber




:: cruel abril

...

Abril es el mes más cruel: engendra
 
lilas de la tierra muerta, mezcla

 
recuerdos y anhelos, despierta

 
inertes raíces con lluvias primaverales.

 
El invierno nos mantuvo cálidos, cubriendo

 
la tierra con nieve olvidadiza, nutriendo

 
una pequeña vida con tubérculos secos.



Inicio de “La tierra baldía” de T. S. Eliot - 1888-1965


 
imagen:: "lilas de la tierra" collage de calber
En memoria de Emilia Ortíz Ramos 1926-2020


“La tierra baldía” es un poema que universaliza el problema del hombre, como terrícola que viene al mundo a sobrevivir, esa realidad sobre el propio ser, a veces yermo, a veces fértil. Al leerlo en estos momentos de dolor, también yo me refugio en esa metáfora, e intento generalizar la pena que desgasta. La biografía de Eliot es una cadena de momentos oscuros, de heridas a flor de piel. Quizá por esto T. S. Eliot fue el poeta favorito de mi bisabuelo. Ginés Ortíz era un hombre extrañamente, apacible, siempre perfectamente sentado en su enorme trono, pintado de verde,
como la verja de una fortaleza, una silla con ruedines, robótica para aquella época, se la hizo a medida el herrero del pueblo para aparcar su enorme cuerpo de señor mayor. Cuando los bisnietos entrábamos a su casa nos reconocía a cada uno por el apodo familiar que no entroncaba con su línea sanguínea, era socarrón, faltón que diríamos ahora, pero de forma cariñosa. Ya sólo le queda una hija, que es mi abuela. La más joven de los seis que tuvieron, Emilia Ortiz Ramos, ha fallecido como consecuencia del “Coronavirus” este cruel primer día de abril.

Mi tía Emilia heredó de su padre el arrojo en el trato y también la decisión y el atrevimiento para afrontar las situaciones embarazosas. Era alegre y luchadora, con el tiempo se fue convirtiendo en una abuelita buena. Es tan difícil afrontar todo esto que nos está pasando. Es tan difícil tan siquiera escribir la realidad. Mi madre buscando consuelo, era su última tía carnal, con la que ha tenido mucho trato, sin creerse todavía sus palabras me ha dicho:  “Cuando los que amamos se van, pasan de vivir entre nosotros a vivir en nosotros”. Pero mi madre no se engaña, como tampoco se engañaba mi tía, y sabe que en el fondo los que se van no vuelven nunca, y pensar de esta manera es una forma de atrocidad, un desconsuelo. Creo que por eso ellas han heredado de mi bisabuelo el gusto por  T. S. Eliot.

“The waste land” es una especie de película de miedo, algo así como que el poema buscara ser el relato de una realidad donde, al parecer, los acontecimientos se rompen y se renuevan. Al leerlo hoy, en estos momentos de pandemia y de dolor, el poema revive la imagen devastada de un tiempo, de una vida que también desaparece cansada. Esta nueva realidad genera como el poema incomodidad y asombro. Ha muerto mi tía, y con ella la esperanza que albergaba de seguir teniendo una abuela, el día que su hermana mayor faltara por la propia ley natural. Es egoísta, lo sé, querer tener otra abuela buena, de quien recibir cariño, a quien preguntar sobre los orígenes, que me enseñara a vivir, a sobrevivir y a entenderme mejor. Hasta ella se daba cuenta de esto, cuando iba a verla últimamente, me decía: ¡Alhaja!, remedando a su hermana, porque sabía que ese era su nuevo rol. Nos queda T. S. Eliot y el poema, una memoria en brumas, emotiva, de un sentimiento de pérdida de seres queridos. La constatación de la decadencia de nuestra propia vida que se queda baldía de lo que hemos sido, de lo que somos. Descansa en paz querida tía.

 
imagen::calber