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:: campanilleros

imagen::calber

En los pueblos de mi Andalucía
Los campanilleros por la madrugá
Me despiertan con sus campanillas
Y con las guitarras me hacen llorar
Y empiezo a cantar
Y al sentirme todos pajarillos
Cantan en las ramas y echan a volar

Todas las flores…

Todas las flores del campo andaluz
Al rayar el día llenas de rocío
Lloran penas que yo estoy pasando
Desde el primer día que te he conocio
Porque en tu querer
Tengo puestos los cinco sentíos
Y me vuelvo loca sin poderte ver

Pajarillos…

Pajarillos que estáis en el campo
Gozando el amor y la libertad
Recordarle al hombre que quiero
Que venga a mi reja por la madrugá
Que mi corazón
Se lo entrego al momento que llegue
Cantando las penas que he pasado yo

Campanilleros. Niña de la Puebla. 1989

:: la infancia de días impasibles

Van a cerrar el parque. 
En los estanques 
nacen de pronto amplias cavernas 
en donde un tenue palpitar de hojas 
denuncia los árboles en sombra. 
Una sangre débil de consistencia 
una savia rosácea, 
se ha vertido sin descanso 
en ciertos rincones del bosque, 
sobre ciertos bancos. 
Van a cerrar el parque y la infancia de días impasibles y asoleados,
 se perderá para siempre en la irrescatable tiniebla. 
He alzado un brazo para impedirlo; 
ahora, más tarde, cuando ya nada puede hacerse. 
Intento llamar y una gasa funeral 
me ahoga todo sonido 
no dejando otra vida 
que esta de cada día 
usada y ajena 
a la tensa vigilia de otros años. 

“Señal” de Los trabajos perdidos. Álvaro Mutis

imagen (fragmento):: calber, de la serie: “LYRICAL FAMILY”

“EL TÍO DE MUTIS METE UN GOL” 2023.

 Celebrando los 9 años de Álvaro de tercero de Primaria.


En la siempre postergada y siempre interrumpida tarea de poner un relativo y enigmático orden en mis libros, suelo encontrar, para alimento de mi nostalgia y razón de mis sueños, algunos cuya lectura nos formó para siempre y dejaron en nosotros ecos, sabores, escenas y personas que serán el cortejo siempre presente y siempre fiel que ha de acompañarnos hasta el último día. No hace mucho me sumergí de nuevo en el caos de mis libros por ordenar y quisiera dejar aquí constancia de algunos de esos hallazgos que nos suscitan la mezcla de nostalgia y dicha que mencionaba antes.

Kim, de Rudyard Kipling, fue el primero. Una vez más viajé por la gran ruta que cruza la India y sentí los olores capitosos de las comidas saboreadas a la vera del camino, al caer la tarde. ¿Habrá, me pregunto, libro más hermoso sobre país alguno y que nos deje una imagen tan imperecedera y tan fiel de sus más secretas esencias? Lo dudo. Siempre que abro esta obra de Kipling para recorrer algunas de sus páginas, termino leyéndola por entero. ¿Cuántos adolescentes, cuántos adultos, la leen todavía? No creo que sea un libro para nuestros días. Malos días, entonces, ajenos a una delicia semejante.

Cuatro tomos maltratados, pero aún con los emblemas de Saturnio Calleja, Editor, Barcelona, bien visibles en el lomo, me regresan a mis nueve años. Son Los hijos del aire de Emilio Salgari. La nave movida por aire líquido que recorre la China, el Tibet, y parte de Siberia, con sus heroicos tripulantes en busca de aventuras, es una de las más vivas presencias de mis sueños de niño. Superior a toda la serie sobre Sandokán y sólo comparable en riqueza de imaginación y en misterioso exotismo escalofriante a La cimatarra de Buda, Los hijos del aire sigue siendo mi libro favorito del gran italiano que terminara sus días degollándose con su navaja de afeitar.

Cae de pronto en mis manos la hermosa novela de George Eliot, El molino junto al Floss, uno de los libros favoritos de Marcel Proust y, a mi sentir, el modelo más perfecto de la tradición narrativa inglesa, la más sólida y rica de todos los tiempos, sin lugar a dudas. Un deseo, casi una urgencia de volver a leer el libro de la autora de Middlemarch, me lleva a ponerlo de lado junto a mis próximas lecturas. Tendrá que esperar un buen trecho, porque la mesa de noche sigue empedrada de buenas intenciones de relecturas inaplazables.

Y, de pronto, me asalta, atenazante y sombría, la duda que fuera motivo para uno de los más bellos poemas de Borges y que, dicha en llana y desteñida prosa, vendría a preguntar: ¿cuántos libros amados se quedarán ya sin ser releídos? ¿Cuánta felicidad y cuánta mina de ensueño y aventura se han clausurado para siempre, sin que nosotros sepamos? Para curar de alguna manera tan penoso interrogante, más nos vale internarnos de nuevo y sin demora en las inteligentes y cáusticas páginas de Sainte-Beuve, remedio infalible para esta clase de nostálgicos achaques.
Álvaro Mutis. Novedades, México, 29 de noviembre de 1980

:: la carta de Scott

La Paix, Rodgers’ Forge
Towson, Maryland
22 agosto, 1933
 
Querida:

Me siento muy orgulloso de que cumplas con tus obligaciones. ¿Me puedes dar un poco más de detalles acerca de tus lecturas en francés? Me da gusto que te encuentres feliz pero nunca he creído mucho en la felicidad. Nunca creí tampoco en la miseria. Esas son cosas que ves en el escenario o en la pantalla o en las páginas impresas, no suceden realmente en la vida.

En lo único que creo en la vida es en las recompensas por la virtud (de acuerdo con tus talentos) y los castigos por no cumplir con tu deber, que son doblemente costosos. Si hay tal volumen en la librería del campamento, pregunta a la Sra. Tyson que te deje buscar un soneto de Shakespeare que contiene las líneas: “Lillies that fester smell far worse than weeds”. [Las lillis que se pudren huelen mucho peor que la maleza]

Pienso en ti, y siempre con cariño, pero voy a tomar al gato blanco y le voy a dar nalgadas fuertes, seis veces por cada vez que seas impertinente. ¿Reaccionas a eso?...

Tontamente, concluyo. Cosas de qué preocuparte:
Preocúpate por el valor
Preocúpate por la limpieza
Preocúpate por la eficiencia
Preocúpate por la equitación
Preocúpate por …
 
Cosas para no preocuparse:
 
No te preocupes por la opinión popular
No te preocupes por las muñecas
No te preocupes por el pasado
No te preocupes por el futuro
No te preocupes por crecer
No te preocupes porque alguien te aventaje
No te preocupes por el triunfo
No te preocupes por el fracaso a menos que sea tu propia culpa
No te preocupes por los mosquitos
No te preocupes por las moscas
No te preocupes por los insectos en general
No te preocupes por los padres
No te preocupes por los niños
No te preocupes por las decepciones
No te preocupes por los placeres
No te preocupes por las satisfacciones
 
Cosas qué pensar

¿Qué estoy buscando realmente?
¿Qué tan buena soy en comparación con mis contemporáneos en cuanto a…?
(a) erudición,
(b) ¿realmente entiendo a las personas y soy capaz de llevarme bien con ellas?
(c) ¿estoy tratando de hacer de mi cuerpo un instrumento útil o lo estoy desperdiciando?
 
Con el amor más cariñoso

Papá


La relación epistolar más sincera que Francis Scott Fitzgerald sostuvo con alguien durante el eclipse de su existencia, fue con su hija Frances. Entre 1933 y 1940, el escritor ocupó varias horas al día para redactar cartas en los que volcaba las esperanzas y desengaños que su querida Scottina. La joven corresponsal tenía once años. Nada quedó fuera en estas conversaciones de papel: la calamidad económica del padre; los avances y tropiezos médicos de Zelda, la madre; los consejos de escritura; las recomendaciones para el plan académico que la hija debería seguir; los planes para Navidad. Mientras el alcohol y el fracaso empezaban a dar sus devastadores frutos, él le escribía estas amorosas cartas a su hija.

En su carta más conocida, Fitzgerald le enumera a su hija (entonces aún en edad escolar) una serie de cosas de las que debe preocuparse y de las que no. “Preocúpate del coraje, de la higiene, de la eficacia, de la equitación... No te preocupes por la opinión de los demás, por las muñecas, por el pasado, por el futuro, por hacerte mayor, porque alguien te supere, por el triunfo, por el fracaso, por los mosquitos, por las moscas, por los insectos en general, por los padres, por los chicos, por las desilusiones, por los placeres, por las satisfacciones...”. La carta, toma otro carácter si la leemos en el contexto de la biografía de Fitzgerald. Fue escrita un año después de que la madre de Frances, Zelda, fue hospitalizada por esquizofrenia; siete años antes de que F. Scott muriera de alcoholismo y en un momento en el cual él peleaba con Zelda por la autoría absoluta de su vida juntos, o lo que él llamaba “su material”. Es, en definitiva, una carta categórica que se escribió a sí mismo.


:: old man

El libro “Casi invisible” termina con un poema que se llama “Cuando cumplí cien años”,  el último verso dice: “Y desaparecí.” Mark Strand explica que su editor le dijo que era demasiado obvio ponerlo al final, pero a él le parecía una buena manera de terminar el libro. Mark Strand desapareció el 29 de noviembre de 2014. Cada año a finales de mes conmemoro también el aniversario del blog y renuevo el diseño de la cabecera de “lo último, por amor al arte”. Celebramos el 7º aniversario, entrando en el año 8 y lo vamos a hacer con una entrevista en la que Mark Strand habló de muchas cosas en Nueva York con Zaidenwerg el día de reyes, un año antes de morir. Hablan de Wallace Stevens, de los poemas que escribió al final de su vida, “hermosas evocaciones de la vejez”, para tocar una fibra sensible. Y este año desde “lo último” vamos a dedicar este aniversario a Isabelo Sánchez Barahona, que cumplía años en noviembre y es en sí una evocación de la vejez. Parece que en el momento de la entrevista Strand estaba viviendo en Madrid, trabajando en un ensayo sobre la memoria de sus padres y empleado en sus collages: “Hago collages, porque me permiten escaparme del sentido. No tengo que lidiar con el lenguaje. No tengo que preocuparme por intentar decir algo y no poder. Corto y pego papelitos, y me resulta muy placentero”. Como él, este año voy a seguir sus pasos continuando con la colección “lyrical family” unos collages que me permiten escapar y reencontrarme. También intentaré preparar ricas cenas en madrid…


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Entrevista a Mark Strand (extracto)
por Ezequiel Zaidenwerg 06 Enero 2013

...

¿Por qué le resultaba tan atractivo el estilo de Wallace Stevens?
Por sus descripciones tan hermosas. Después de todo, yo había empezado como pintor, y sus poemas me interpelaban desde el interés por lo visual. Además, a medida que fui envejeciendo, los poemas que escribió hacia el final de su vida son hermosas evocaciones de la vejez, así que tocan una fibra sensible. Además, es un poeta del clima...
 
 …
 
También ha dicho que el verdadero alimento para un poeta son otros poemas.
Sí, creo que es así. Creo que uno no se hace poeta sin saber lo que es un poema, o sin haber tenido algún contacto con la poesía. A uno lo inspiran otros poemas y luego escribe. Cuando hablé de mis comienzos como poeta, mencioné mi fascinación por Veinte poemas de amor y una canción desesperada, y ese libro en cierta medida me hizo querer escribir mis propios poemas de amor y mi canción desesperada. Creo que si algo te conmueve, quieres reproducir eso que te conmovió, pero en tus propios términos, para ver si puedes generar algo parecido a lo que hizo el poeta que te precedió.
 
¿Sería entonces una especie de traducción, traducir del vocabulario poético de otro poeta al propio?
Creo que uno ingiere otro poema, que toca cierta fibra en uno, despierta algo en uno, y uno siente la necesidad de capturar aquello que se ha despertado y ponerlo por escrito.
 
Al leer sus poemas, tengo la sensación de que crea un mundo alternativo. ¿De dónde surge eso?
Es un mundo verbal que he creado a partir de mi mundo, a partir de mi experiencia. Pero las palabras crean ideas, crean sentimientos, y he creado un mundo en el que ciertas ideas, ciertos estados de ánimo, se han vuelto característicos, y cuando alguien lee mis poemas, se siente transportado –o eso espero– al mundo de Strand, por las palabras que uso y lo que ellas sugieren.
 
¿Cuáles son sus palabras preferidas?
Me gustaría que fueran más, pero por bastante tiempo fueron “piedra”, “vidrio”, “cielo”, “mar”, palabras muy genéricas... Las imágenes de mis poemas no son necesariamente imágenes visuales, muchas de ellas son acciones, mis poemas describen actividades, a veces de carácter nervioso o absurdo, a veces muy pacífico, pero eso es lo que les da vida. No soy un poeta de la naturaleza, no ahondo en el aspecto de las cosas, sino más bien en su comportamiento. Para mí, el paisaje es un mero decorado, las montañas de Utah eran un decorado, el mar del Atlántico Norte cerca de Nueva Escocia es un decorado, lo que me interesa es lo que se desarrolla frente al telón de fondo de las montañas o del mar.
 
El humor es un elemento importantísimo de su poesía.
Creo que se piensa, erróneamente a mi entender, que la poesía es algo serio y oscuro... Hay muchas cosas perturbadoras en el mundo, y hay tantas cosas absurdas y tanta locura en el mundo que me parece que sería un error ignorarlas. Cuando leo los diarios, me río y me angustio en igual medida.
 
Una de las cosas que hace tan atractiva su poesía para mí es cómo logra mezclar comedia y elegía con gran elegancia, de forma que lo cómico nunca se vuelve frívolo ni burdo, y lo elegíaco no llega a volverse dramático, sino que es apenas una nota lánguida de fondo...
Creo que lo has expresado muy bien, eso es exactamente lo que intento hacer. Alguna vez lo describí como una mezcla de melancolía y humor, pero creo que el elemento elegíaco es muy característico de mis poemas, y trato de incluir ambos elementos en el mismo poema, intentando que la transición sea casi invisible, para que los lectores no sepan muy bien cómo sucedió...
 
¿Qué piensa de los poetas que, como procedimiento, se basan en la experiencia cotidiana para hacer algún tipo de afirmación?
Hay poetas metonímicos, que toman un trozo de vida para representar la totalidad de la vida, y que por lo general tienen una moraleja, explícita o implícita. Yo me considero más bien un poeta metafórico, creo un mundo alternativo que tiene sus propias reglas y regulaciones, en el cual tal vez se puedan percibir algunos elementos de nuestro mundo, y que por eso no resulta totalmente ajeno. El poeta metonímico debe asegurarse de que ese mundo reducido que está representando sea fiel al mundo verdadero de la experiencia. Yo no siento para nada esa obligación. Solo quiero ser fiel a mis propias ideas respecto de lo que funciona en un poema, y no a lo que el mundo consideraría realista o correcto. Lo que me importa es la integridad del mundo que creo, y no lo que estoy revelando sobre el mundo en el que viven los demás.
 
¿Por qué usa tan pocas palabras? ¿Es algo deliberado?
Porque sé lo que significan y tengo control sobre ellas. Son las palabras que pueblan y dan vida al mundo que creo.
 
¿Fue una decisión consciente limitarse a un repertorio de palabras tan reducido?
No. Siempre he creído en la sencillez, en lo tocante al lenguaje creo en el principio de economía, hablar de manera sencilla y directa es mejor que decir lo mismo con perífrasis o de forma complicada. Pero debo decir que mis oraciones se han vuelto mucho más complejas, el lenguaje es muy sencillo pero la sintaxis a veces se vuelve muy complicada, y prefiero tener una sintaxis compleja y un vocabulario sencillo que un vocabulario muy difícil y una sintaxis ingenua.
 
También ha dicho que en la poesía buscamos un misterio...
Creo que así es. No buscamos la solución del misterio, creo que nos gusta que se nos ofrezca un misterio, nos gusta acercarnos al misterio. Quiero decir: si un misterio es un misterio, no lo va a resolver o descubrir un poema. Creo que lo maravilloso que tiene la poesía es esa intimidad con el misterio, porque, una vez que se resuelve, el hechizo se rompe y el misterio desaparece. Queremos perpetuar el misterio, y para eso debemos acercarnos pero sin violarlo.
 
El misterio está presente en muchísimos de sus poemas...
Son misteriosos, pero no por decisión consciente. Creo que mi cerebro funciona así. La vida me parece misteriosa, mi presencia en la Tierra me parece misteriosa. Muchas veces, cuando termino un poema, no estoy muy seguro, aunque generalmente estoy seguro de lo que he dicho, siempre hay un elemento inexplicable. Creo que los poemas de otros poetas que me atraen tienen algún elemento inexplicable. Siento al mismo tiempo familiaridad con el poema y perplejidad. Creo que la presencia de esos dos elementos es esencial para la poesía.


 
¿Es uno de los motivos por los que ahora vive en España?
La única ciudad en la que podría vivir de los Estados Unidos es Nueva York, que es una ciudad maravillosa en muchos sentidos, pero es muy cara, el ruido me molesta, la agresividad de la gente y el grado de violencia que uno encuentra a diario en la calle me resultan enervantes. A veces salgo a caminar y cuando vuelvo a mi departamento me siento exhausto por lo que acabo de ver y escuchar, y tardo demasiado en recuperarme. Me gusta la sencillez de mi vida en Madrid, lo único que quiero es trabajar, y Madrid me permite hacerlo, ya sea escribir una conferencia, un ensayo, o las memorias sobre mis padres que estoy escribiendo ahora, o mis collages.
 
¿Volvió a pintar, entonces?
No, no volví a pintar. Hago collages, porque me permiten escaparme del sentido. No tengo que lidiar con el lenguaje. No tengo que preocuparme por intentar decir algo y no poder. Corto y pego papelitos, y me resulta muy placentero.
 

 
También leí una entrevista suya en la que declara: “Quiero vivir como un ser humano, quiero ser libre”, respecto de su jubilación como poeta. ¿Cree que la poesía es una forma de esclavitud?
Bueno, no. Creo que exageraba. No sé qué habré querido decir con eso de que quería vivir como un ser humano. También era un ser humano cuando escribí esos poemas. Creo que la obligación de seguir siendo poeta es una especie de esclavitud, porque tu identidad, si uno ha escrito tanto como yo, acaba encadenada a tu producción, a tus poemas. Quería que mi identidad encontrara otro punto de apoyo, o que se viera obligada a modificarse. Quería dejar de ser Mark Strand el poeta, quería ser Mark Strand el que hace collages o Mark Strand el que prepara ricas cenas en Madrid.


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UN VIEJO SE VA DE LA FIESTA

Estaba claro, cuando me fui de la fiesta,
Que, aunque tenía más de ochenta años, tenía todavía
Un cuerpo bello. La luna brillaba sobre nosotros como
    suele hacer
En momentos de profunda introspección. El viento contuvo
    el aliento.
Y, mira, alguien dejó un espejo apoyado contra un árbol.
Tras asegurarme de que me hallaba solo, me quité la camisa.
Las flores de la yuca asintieron con sus cabezas bañadas por
     la luz de la luna.
Me quité los pantalones y las urracas dieron vueltas en torno
     a las secuoyas.
Al fondo del valle, el crepitante río fluía de nuevo.
Qué extraño que estuviera en medio de un lugar virgen solo y
     con mi cuerpo.
Sé en qué estás pensando. Yo también fui como tú. Pero ahora,
Con tanto ante mí, tantos árboles de color verde esmeralda, y
Campos blanquecinos de hierbas, lagos y montañas, ¿cómo
    podría yo
No ser sólo yo mismo, este sueño de la carne, sin tardanza?




OLD MAN LEAVES PARTY

It was clear when I left the party
That though I was over eighty I still had
A beautiful body. The moon shone down as it will
On moments of deep introspection. The wind held its breath.
And look, somebody left a mirror leaning against a tree.
Making sure that I was alone, I took off my shirt.
The flowers of bear grass nodded their moonwashed heads.
I took off my pants and the magpies circled the redwoods.
Down in the valley the creaking river was flowing once more.
How strange that I should stand in the wilds alone with my body.
I know what you are thinking. I was like you once. But now
With so much before me, so many emerald trees, and
Weed-whitened fields, mountains and lakes, how could I not
Be only myself, this dream of flesh, from moment to moment?



imagen::calber

______________________  aniversarios:

 

:: la mamá de Rilke


¡Los versos significan tan poco cuando se han escrito joven! Se debería esperar y saquear toda una vida, a ser posible una larga vida; y después, por fin, más tarde, quizá se sabrían escribir las diez líneas que serían buenas. Pues los versos no son, como creen algunos, sentimientos (se tienen siempre demasiado pronto), son experiencias. Para escribir un sólo verso es necesario haber visto muchas ciudades, hombres y cosas; hace falta conocer a los animales, hay que sentir cómo vuelan los pájaros y saber qué movimiento hacen las florecitas al abrirse por la mañana.

Es necesario poder pensar en caminos de regiones desconocidas, en encuentros inesperados, en despedidas que hacía tiempo se veían llegar; en días de infancia cuyo misterio no está aún aclarado; en las madres a las que se mortificaba cuando traían una alegría que no se comprendía (era una alegría hecha para otro); en enfermedades de infancia que comienzan tan singularmente, con tan profundas y graves transformaciones; en días pasados en las habitaciones tranquilas y recogidas, en mañanas al borde del mar, en la mar misma, en mares, en noches de viaje que temblaban muy alto y volaban con todas las estrellas -y no es suficiente incluso saber pensar en todo esto-. _ Rainer Maria Rilke — fragmento de «Los apuntes de Malte Laurids Brigge»



imagen::nicolás barahona

::la mamá de Rilke también visitó Toledo, a través de las cartas que su hijo le enviaba, fueron 134 a lo largo de treinta años (desde 1896 a 1926), destacan por su homogeneidad de contenido y de su tono, las veintiséis cartas veraniegas, que el poeta escribía cada 22 de Agosto, por el cumpleaños de Mary. Allí donde estuviera, desde su alejamiento continuo y buscado empuñaba la pluma y se dirigía a su madre.

Rainer María Rilke acudía semanalmente desde el Hotel Castilla a oír misa en La Iglesia mozárabe de San Lucas en 1912 en Toledo. Atraido por una leyenda sobre la Virgen cantando con unos ángeles. Conoció la ciudad a través del cuadro “visión de Toledo” de El Greco (Metropolitan Museum de Nueva York). Cuando llegó a la ciudad del Tajo confirmó que era así: «Es en Toledo donde pude aprender la realidad de los ángeles. Porque no hay nada como Toledo —si uno se abandona a su influjo— que dé una imagen tan elevada de lo suprasensible; las cosas tienen allí una intensidad que no es común, y que no es visible a diario: la intensidad de una aparición.

Otro de los sucesos que marcaron a Rilke en Toledo fue la caída de una estrella fugaz sobre el puente de San Martín. Lo cuenta Antonio Pau, autor de “Rilke en Toledo “ 1997: «Una tarde, el poeta vuelve a la ciudad desde los montes que la rodean. Sus pasos resuenan al acercarse al Puente. De pronto una gran estrella se eleva, asciende como un surtidor de luz, y cae, y cae aún más, despacio, cada vez más grande y roja, surca majestuosamente el espacio infinito que se levanta entre las dos orillas, y se desploma en silencio detrás de la ciudad en penumbra.

Oh estrella precipitada en el abismo,
que una vez vi desde un puente:
no he de olvidarte nunca. ¡Siempre en pie!
Rilke, fragmento “Der Tod”, escrito en Múnich en el año 1915