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:: piscina de verano I

 
imagen::calber (primera superior izquierda: verano vintage: “Nice Poll”, Slim Aarons 1955)

En verano, la piscina es mi sueño,

un espejo de agua, pura realidad,

donde infancia y familia en armonía,

se funden en risas, en dulce alegría.


Sus aguas reflejan un mundo pequeño,

un instante de paz, pura claridad,

metáfora viva de la vida misma,

que en cada chapuzón renace y brilla.


En los días calurosos, sin tormenta,

la infancia se revive en cada ola,

la familia unida, en la corriente,


y en su fondo, la vida se descolora,

pues el tiempo pasa, la memoria cuenta,

que en esa piscina, el alma se consola.


Piscina de verano - Arturo Inclán




 

:: la infancia de días impasibles

Van a cerrar el parque. 
En los estanques 
nacen de pronto amplias cavernas 
en donde un tenue palpitar de hojas 
denuncia los árboles en sombra. 
Una sangre débil de consistencia 
una savia rosácea, 
se ha vertido sin descanso 
en ciertos rincones del bosque, 
sobre ciertos bancos. 
Van a cerrar el parque y la infancia de días impasibles y asoleados,
 se perderá para siempre en la irrescatable tiniebla. 
He alzado un brazo para impedirlo; 
ahora, más tarde, cuando ya nada puede hacerse. 
Intento llamar y una gasa funeral 
me ahoga todo sonido 
no dejando otra vida 
que esta de cada día 
usada y ajena 
a la tensa vigilia de otros años. 

“Señal” de Los trabajos perdidos. Álvaro Mutis

imagen (fragmento):: calber, de la serie: “LYRICAL FAMILY”

“EL TÍO DE MUTIS METE UN GOL” 2023.

 Celebrando los 9 años de Álvaro de tercero de Primaria.


En la siempre postergada y siempre interrumpida tarea de poner un relativo y enigmático orden en mis libros, suelo encontrar, para alimento de mi nostalgia y razón de mis sueños, algunos cuya lectura nos formó para siempre y dejaron en nosotros ecos, sabores, escenas y personas que serán el cortejo siempre presente y siempre fiel que ha de acompañarnos hasta el último día. No hace mucho me sumergí de nuevo en el caos de mis libros por ordenar y quisiera dejar aquí constancia de algunos de esos hallazgos que nos suscitan la mezcla de nostalgia y dicha que mencionaba antes.

Kim, de Rudyard Kipling, fue el primero. Una vez más viajé por la gran ruta que cruza la India y sentí los olores capitosos de las comidas saboreadas a la vera del camino, al caer la tarde. ¿Habrá, me pregunto, libro más hermoso sobre país alguno y que nos deje una imagen tan imperecedera y tan fiel de sus más secretas esencias? Lo dudo. Siempre que abro esta obra de Kipling para recorrer algunas de sus páginas, termino leyéndola por entero. ¿Cuántos adolescentes, cuántos adultos, la leen todavía? No creo que sea un libro para nuestros días. Malos días, entonces, ajenos a una delicia semejante.

Cuatro tomos maltratados, pero aún con los emblemas de Saturnio Calleja, Editor, Barcelona, bien visibles en el lomo, me regresan a mis nueve años. Son Los hijos del aire de Emilio Salgari. La nave movida por aire líquido que recorre la China, el Tibet, y parte de Siberia, con sus heroicos tripulantes en busca de aventuras, es una de las más vivas presencias de mis sueños de niño. Superior a toda la serie sobre Sandokán y sólo comparable en riqueza de imaginación y en misterioso exotismo escalofriante a La cimatarra de Buda, Los hijos del aire sigue siendo mi libro favorito del gran italiano que terminara sus días degollándose con su navaja de afeitar.

Cae de pronto en mis manos la hermosa novela de George Eliot, El molino junto al Floss, uno de los libros favoritos de Marcel Proust y, a mi sentir, el modelo más perfecto de la tradición narrativa inglesa, la más sólida y rica de todos los tiempos, sin lugar a dudas. Un deseo, casi una urgencia de volver a leer el libro de la autora de Middlemarch, me lleva a ponerlo de lado junto a mis próximas lecturas. Tendrá que esperar un buen trecho, porque la mesa de noche sigue empedrada de buenas intenciones de relecturas inaplazables.

Y, de pronto, me asalta, atenazante y sombría, la duda que fuera motivo para uno de los más bellos poemas de Borges y que, dicha en llana y desteñida prosa, vendría a preguntar: ¿cuántos libros amados se quedarán ya sin ser releídos? ¿Cuánta felicidad y cuánta mina de ensueño y aventura se han clausurado para siempre, sin que nosotros sepamos? Para curar de alguna manera tan penoso interrogante, más nos vale internarnos de nuevo y sin demora en las inteligentes y cáusticas páginas de Sainte-Beuve, remedio infalible para esta clase de nostálgicos achaques.
Álvaro Mutis. Novedades, México, 29 de noviembre de 1980

:: infancia

– Le contemplas demasiado.
– ¡Oh, no, no digas eso! Este niño necesita un cariño especial, Merche. No olvides que hasta hace un año era el rey de la casa. Es el príncipe destronado, ¿oyes? Ayer, todo para él; hoy, nada. Es muy duro, mujer.
La voz de Mamá era suave, pero implacable:
– Tonterías –dijo–. Yo he destronado ya cuatro príncipes sin tantos paños calientes y me ha ido muy bien.
– Has tenido suerte, eso es todo. Pero mira lo que dicen los psiquiatras.
– ¿Qué?
– Los complejos y eso. Todo eso viene de cuando niños, ya ves. Una cosa a la que no le das importancia y, a lo mejor, de mayor, un complejo. Son cosas muy enrevesadas, ésas, pero Pepa cruz, ya lo oyes, antes una enfermedad que un complejo. Es muy serio, hija, eso de los complejos." (pp. 86-87)

El príncipe destronado. Miguel Delibes


imagen::calber

::a la tarde tengo cita con mi psicóloga, a las 6:15. Voy a preguntar sobre estos temas que me preocupan sobremanera: 

¿Está en la infancia la explicación de todo? Parece que ahí, en ese periodo se estructuró nuestra personalidad y las neuras germinaron. Muchas cosas que suceden hoy evocan un mundo protegido que para algunos encarna el ideal de la felicidad. La definición de Rainer Maria Rilke: "La verdadera patria del hombre es la infancia" resulta inquietante. Nos refugiamos en esa patria y tratamos de evadirnos del presente, o la evocación de ese lugar, no nos deja disfrutar con intensidad lo que tenemos. 

¿Qué problema provoca necesitar un cariño especial?. Decía Charles Paul de Kiock: “Los niños adivinan qué personas los aman. Es un don natural que con el tiempo se pierde”. Todos necesitamos ser amados, pero algunos necesitan un cariño extra, otros sólo admiten un nivel de apego similar a la devoción. Las relaciones personales, tu propia manera de conectar, de manejarte en la vida vienen dadas por esta forma de dosificación del amor, algo que no se estudia y que además con el tiempo se desaprende.

Esta tarde no salgo de la consulta sin la respuesta a estas dos preguntas sobre “El príncipe destronado”. Tengo que saber, antes de que mis hijos abandonen su verdadera patria, por si aún se pude hacer algo para mejorar su larga y placentera vida futura.