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De T. W. Calberson a E. D.

11 de mayo de 2022

A veces saco sus cartas y versos, querida amiga, y cuando siento su extraño poder no es de extrañar que me cueste escribir y me pase así muchos meses. Tengo el mayor deseo de verla tras el encargo del Sastre, tras la última portada de su libro. Recuerdo al Maestro, el suyo, nos dijo entonces, que yo también era “la nueva Emily”. De modo que esta es la semilla de su retrato. Tengo el mayor deseo de verla en el centro, la idea me enamora, ¿está usted demasiado ocupada para contemplar la maravilla? Si tuviera tiempo de decírmelo, de decirme la modernidad. La sugerencia en el collage, ¿por qué se presenta como una muchacha tímida, apasionada, frívola, solitaria, festiva? Tengo el mayor deseo de verla en su habitación, envuelta en las flores del wallpaper, que al acercarse desaparecen. Como en los libros de Apollinaire, la trama se confunde con el mundo interior. ¿Podría usted enseñarme a crecer? Sus manos brotan del vestido, sus brazos se reproducen en el poema. Juega con los géneros, con las imágenes y los mitos eróticos, el deseo no consumado o la pérdida. Hay una cierta inclinación de luz en los trozos de papel, en las cicatrices, en las ramitas que separan los capítulos de las sagradas escrituras. Tengo el mayor deseo de verla vestida en su blancura, transparente en su poesía, en su vocación mística, en la intensidad del creador. Deseo verla borgiana, descubrir el secreto de su vida, la más apasionada y solitaria. Contemplar el daguerrotipo, metida en un óleo, en una casa ataúd, en la niñez, rubia como Alicia, la nueva Marilyn repetida de Warhol. Verla sola en la única foto como un hikikomori adolescente. Enséñele su corazón a Susan, su pelo de nieve clavado en un sueño. Tengo finalmente el mayor deseo de verla en los primeros versos, en la muerte, en la cierva desvalida, en el pecado de Eva aguda y serena. La suerte consiste en caer con contundencia, unirse a los juegos gentiles, abandonar la extrañeza del dogma y la oscuridad. ¿Quién eres tú? ¿Eres nadie también? tu vida permanece como un arma cargada en los rincones. Escríbame y cuénteme algo, en prosa o en verso; seré menos susceptible y estaré dispuesto a escribir cosas simples, antes que ninguna.

Su amigo siempre