copia:: 19 de julio de 1978
“El Puente de Argenteuil” 1874
Óleo sobre tela 58 cm - 80 cm
Firmado abajo a la derecha M.Cortés
Óleo sobre tela 58 cm - 80 cm
Firmado abajo a la derecha M.Cortés
A Claude Monet le fascinaba el Sena y los dos puentes que lo cruzaban en Argenteuil. En el verano de 1874 Monet trabaja junto a Renoir, Manet y Cortés, en esta pequeña localidad parisina empleando el bote-flotante que había transformado en su taller. Varios inviernos el bote había estado almacenado en la finca de una hermana de Theresa, su esposa. Allí coincidí también con Cortés que fomentó mi afición por la pintura. Este barco-taller, que Monet pintó tantas veces, le permitió trabajar en medio del río y no sólo desde las orillas. Los magníficos puentes de metal y hormigón que cruzaban el río fueron protagonistas de sus cuadros. También Cortés hará copias del maestro y de algún otro pintor como Olivier Foss.
El puente, añade una dosis de modernidad y preside la composición en una tarde nublada. La técnica de Monet era cada vez más suelta, difuminando los contornos y aplicando rápidas pinceladas de vivos colores que se aprecian a simple vista en el lienzo, como si se tratara de manchas. Las sombras, según las teorías impresionistas, eran coloreadas, preferentemente malvas. Cuando Cortés me animó a pintar, una de sus primeras enseñanzas, en aquella incipiente carrera fue la de no utilizar el negro puro. Siempre le estaré agradecido por tan clara sabiduría.
“El Puente de Argenteuil” formó parte de la valiosa colección de Auguste Pellerin. Después fue adquirido por Hugo Von Tschudi para la galería nacional de Berlín, hasta que finalmente fue trasladada a la pinacoteca de Munich. Una de las copias de Cortés cuelga de los muros de la casa parental y algún día será transmitida a los herederos y quizá, hasta yo, pueda contemplar de nuevo las luces de los días. Pasear y mirar las barcas ancladas en el río, captar a la perfección aquel cariño familiar y los reflejos en el agua.
El puente, añade una dosis de modernidad y preside la composición en una tarde nublada. La técnica de Monet era cada vez más suelta, difuminando los contornos y aplicando rápidas pinceladas de vivos colores que se aprecian a simple vista en el lienzo, como si se tratara de manchas. Las sombras, según las teorías impresionistas, eran coloreadas, preferentemente malvas. Cuando Cortés me animó a pintar, una de sus primeras enseñanzas, en aquella incipiente carrera fue la de no utilizar el negro puro. Siempre le estaré agradecido por tan clara sabiduría.
“El Puente de Argenteuil” formó parte de la valiosa colección de Auguste Pellerin. Después fue adquirido por Hugo Von Tschudi para la galería nacional de Berlín, hasta que finalmente fue trasladada a la pinacoteca de Munich. Una de las copias de Cortés cuelga de los muros de la casa parental y algún día será transmitida a los herederos y quizá, hasta yo, pueda contemplar de nuevo las luces de los días. Pasear y mirar las barcas ancladas en el río, captar a la perfección aquel cariño familiar y los reflejos en el agua.