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:: No, no es en él en quien estoy pensando al hacer alusión a la trayectoria de estos 25 años, sino más bien en una secuencia muy señalable dentro de la historia. Una tesis es un cerdo. Un cerdo vectorial, dibujado con los primeros programas (espaciales) informáticos de London. “Cerdo rosa” fue su primera pieza. Si hay un diseñador que haya conseguido encontrar y triunfar con su lenguaje propio ese es mi tío. Su colorido y optimista mundo imaginativo le ha valido para comunicar sus diseños, situarlos como piezas de valor y adentrarse en el mundo de la creatividad. Tras graduarse en Diseño consiguió una beca, sólo un año después le propusieron tantas cosas, pero él no dejó en ningún momento de diseñar por su cuenta ente la juventud y la vejez, la una y la otra. Tampoco en el tercer periodo después de la tesis, o de la docencia, sino de la pausa en la vida. David Franco Córdoba
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Permítanme que empiece susurrando una de esas confidencias de las que no voy a abusar: jamás me he sentido tan joven y, a la vez, tan viejo. A la vez, en el mismo instante, y se trata del mismo sentimiento, como si dos historias y dos tiempos, dos ritmos, se entregasen a una especie de altercado dentro del mismo sentimiento de sí, en una especie de anacronía de sí, de anacronía en sí.
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Entre la juventud y la vejez, la una y la otra, ni la una ni la otra, una indecisión de la edad es como un malestar de la instalación, una inestabilidad, no diré un trastorno de la estabilidad, de la estancia, de la estación, de la tesis o de la postura, sino de la pausa en la vida…
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Del tercer y último período, he llegado a la conclusión de que todo lo que había justificado mi resolución anterior (en lo que se refiere a la tesis, claro está) corría el riesgo de no valer ya para los años próximos.
Fragmentos de “El tiempo de una tesis: puntuaciones” de Jacques Derrida