imagen: nicolás barahona
Río Duero, río Duero, | nadie a acompañarte baja; | nadie se detiene a oír | tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde, | la ciudad vuelve la espalda. | No quiere ver en tu espejo | su muralla desdentada.
Tú, viejo Duero, sonríes | entre tus barbas de plata, | moliendo con tus romances | las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra | y los álamos de magia | pasas llevando en tus ondas | palabras de amor, palabras.
Quién pudiera como tú, | a la vez quieto y en marcha, | cantar siempre el mismo verso | pero con distinta agua.
Río Duero, río Duero, | nadie a estar contigo baja, | ya nadie quiere atender | tu eterna estrofa olvidada,
sino los enamorados | que preguntan por sus almas | y siembran en tus espumas | palabras de amor, palabras.
Romance del Duero, de Soria, 1923. Gerardo Diego.
El tema es la actitud de indiferencia de los ciudadanos de Soria frente a la poesía y valores culturales que forman parte de las raíces de la sociedad. Al final del poema se expresa el anhelo de la voz poética por parecerse al río en su permanencia, en su inmutabilidad. Desea asemejarse al río, que tiene la particularidad de cambiar continuamente sin abandonar su cauce, su esencia.