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Una enorme bola de fuego ha penetrado en la atmósfera, el fenómeno, ha sido captado por varios sujetos del complejo astronómico de “La Hita”, en La Puebla de Almoradiel que vigilaban en la nave nodriza. Todos ellos tienden a idealizar la juventud, para negar la madurez. Se alejan del silbido del tiempo. Uno de los detectores grita las habilidades sociales que todo buen trabajador debería tener: empatía, liderazgo, flexibilidad, confianza. Algunos hombres enanos tienen miedo, son conscientes del estado de alarma, pasan finalmente de pantalla, son conducidos a la siguiente fase. Las vidas, no gastadas, pueden agotarse en el proceso. Entra en juego el optotipo, instrumento coraza utilizado para evaluar la agudeza de los cuerpos celeste y la visión del pasado. Al atravesar la sala, la mayoría de los niños resbalan en el hielo. Otra vez la megafonía anuncia la muerte. En ocasiones los que padecen este síndrome acaban resbalando también en solitario. El experimento parece un juego, se proyecta en las paredes imágenes confusas de un rancho, un parque de atracciones y cámaras de gas. El gas provoca una explosión, fallece la madre de una madre de una persona anónima que se identifica con la parte más pura. Hay que aguantar un mínimo distinguible o separable, un mínimo vital. Es importante mantenerse activo y disminuir los requerimientos cognitivos y motores. Los supervivientes atraviesan la compuerta, la calavera del funcionario les vigila, tiene como objetivo monitorizar continuamente el cielo. Les requisa la plata a cambio de una salida al final del sistema. La ayuda extraordinaria que esperaban ha sido denegada, los más viejos lloran, sufren efectos secundarios. En medio de las sombras suenan sirenas, ruidos de coches, árboles desplomados, gruñidos de oso, el crepitar del sol. En la órbita exterior se oye un lenguaje de ecos y mentiras. Sólo uno de ellos es el paradigma de la infancia, en su pecho nacen rebeldía, cólera, arrogancia. Finalmente el conquistador se hace mayor, muere el nieto y un proyecto se cierne sobre su futuro incandescente. Le faltan al menos cinco estíos, fallan los feedbacks, es tarde para ser un hombre nuevo con viejos terrores en la tierra común de Neverland. El tiempo no para, se percibe el runrún de la máquina interior. Son las 21 horas del día 21 de enero, del año 21, del siglo XXI, Peter está agonizando en la nave nodriza. Se produce el desprendimiento, ángeles insatisfechos salpican nitidez, el ojo humano se convierte en una roca que procede de un asteroide, crece de forma desnaturalizada. Surge una gran catarata de luz artificial, el espacio se llena de esperanza.