Si hay algo que gusta a todo el mundo son las croquetas, aunque cada uno tiene sus preferidas! En mi casa les encantan las de gambas. El miércoles, día 7 fue mi santo, Nuestra Señora del Rosario y para celebrarlo me puse a hacer una tanda de croquetas. Mi marido me ayudó a pelar las gambas y yo hice la bechamel que es la base de una buena croqueta. Mi madre se encargó de supervisar todo el proceso. Mientras estábamos con la masa y el pan rayado oímos en la radio lo de Louis Glück: “El fallo del Nobel elige a la poeta estadounidense, de 77 años como una infalible voz poética que con austera belleza hace de la existencia individual algo universal. ¡Madre del amor hermoso, si tiene mi edad! Toda una sorpresa, "Calla, amor mío. No me importa cuántos veranos tenga que vivir para volver; este verano hemos entrado en la eternidad" Precisamente este verano ya me la reseño mi poeta amiga Eva Hernandez, desde London, que siempre está al tanto de la poesía internacional-mujer! Qué ojo tiene! Y yo, claro, me lancé sobre su obra editada en Pre-Textos. Siempre que aparece el nombre del Nobel de literatura surge la eterna discusión entre, quienes presumen de conocerlo y quienes se jactan de no haberlo oído nombrar nunca. Al contrario que las croquetas el premiado no suele gustar a todos, cada año surgen las mismas discrepancias. Mi madre pertenece al grupo de los que no la habían oído ni nombrar, y eso que ella es feminista de siempre. Mientras está batiendo el huevo se jacta de no conocerla y de que es muy normal, dice que hay más poetas que lectores de poesía, y que soy una "esnob" y seguidamente se pone a recitar una rondeña que aprendió en Lagartera de joven, para reivindicar su universo: “El que quiera jota jota | el que fandango fandango | el que quiera seguidilla | en el bolsillo las traigo | Ay amor amor | sácame de aquí | llévame a la tierra | donde yo nací, | donde yo nací, | donde yo habité, | ay amor, amor, | contigo ha de ser”. A veces no entiendo a mi madre, normal en una hija, no comprendo a la mujer culta que presume de no conocer a Glück y que además desconfía de quienes, en nuestra modernidad, la hemos incluso leído. Entre poemas, “embadurnadas de harina” nos salió una producción industrial, 200 croquetas. Me hace gracia la coincidencia, pues dice el editor en castellano de la escritora norteamericana que el libro de ella más vendido ha llegado, si acaso, a los 200 ejemplares”. ¡Una croqueta por libro! Han definido a Louis Glück como una gran poeta de temas domésticos y del tiempo, que ella trasciende. Tan doméstico como hacer una tanda de croquetas, la mayoría las he congelado, por si acaso nos confinan de nuevo. Pero antes las hemos probado, ¡Están de rechupete! Tanto como la poesía sensitiva de la última ganadora del Nobel. - M. Rosario Ortiz -
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En mi primer sueño el mundo parecía
lo salado, lo amargo, lo prohibido, lo dulce
En mi segundo sueño descendía,
era humana, no veía nada de nada
bestia como soy
debía tocarlo, contenerlo
me escondí en la arboleda,
trabajé en los campos hasta que quedaron yermos
un tiempo
que nunca volverá-
el trigo seco en gravillas, cajones
de higos y aceitunas
Hasta amé alguna vez, a mi manera
repugnante, humana
y como todo el mundo llamé a ese logro
libertad erótica,
por absurdo que parezca
El trigo cosechado, almacenado; seca
la última fruta: el tiempo
que se acumula, sin usar,
¿también termina?
Louis Glück del libro "Las siete edades" (2001)
Traducción de Mirta Rosenberg. Pre-Textos, 2011