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::negarse a decir. Decir todo lo que ha estado en otro territorio. Decir lo de dentro, sacar afuera lo que estaba oculto. De la leyenda de los monos se adaptó la de los monjes de las provincias cercanas al tibet en china, ambas con la misma filosofía. Los tres budas sabios o místicos, que se tapan los ojos, oídos y boca, tiene varios significados. Uno de ellos señala que en origen eran espías enviados por las deidades para enterarse de las malas acciones de los seres humanos. El monje mudo, Iwazaru escucha los mensajes para decidir la pena de los dioses que le caería al desafortunado y observar que se cumpliese. No ser afortunado es la realidad del hombre, dejarse llevar por la fortuna que la vida trae. Narrar los acontecimientos es un oficio, una penitencia, un alivio, un ejercicio externo consecuencia de lo importante. Cuando el monje habla vomita, expulsa lo pasado, lo superfluo y queda hueco. Los conductos están vacíos, ni líquido ni sólido, sólo aire. Los pasillos abiertos, se ventilan, en la duda. Nos ponemos en modo esperanza, en modo alivio. Despejados de la carga, ensimismados en la debilidad, en la herida. Decir es distinto a vivir. El monje se queda blanco, sentado, quieto mientras se arma de valor para volver a recibir órdenes de los dioses, para volver a llenar la boca con palabras, batir la saliva que se transformará pronto en energía.