:: vida dulce

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Life should be sweet, otherwise what a life, what an outrage. Lord, Lord, what pedantry.
La vida debe ser dulce, sino vaya vida, qué barbaridad. Señor, señor, qué pedantería.

imagen::calendario by Mr Wonderful


    «Había una vez un chocolatero llamado David. Desde que tenía uso de razón, su pasión era el chocolate. Pasaba largas horas en su pequeña chocolatería, trabajando incansablemente para crear los dulces más exquisitos que nadie pudiera imaginar. Para él, la vida debía ser dulce, como un bocado de chocolate recién salido del horno, sino vaya vida. Un día se encontraba absorto en su tarea cuando, de repente, escuchó una voz que venía desde la puerta de su tienda. "Señor, señor, ¿me permite pasar?". David levantó la vista y se encontró con un hombre bien vestido, con una expresión arrogante en su rostro. David se sorprendió por su presencia pero lo invitó a pasar. El hombre caminó por la tienda, mirando todo con aire de superioridad. Finalmente, se detuvo frente a una de las vitrinas, sus ojos se iluminaron al ver la variedad de delicias de chocolate. "Vaya, vaya, qué barbaridad", exclamó el hombre con una mezcla de sorpresa y desdén en su voz. "La vida debe ser dulce, ¿verdad? Pero permítame decirle, señor chocolatero, que esto es pura pedantería".
    David quedó perplejo ante tales palabras y, aunque lo hirió un poco, decidió mantener la calma y escuchar al hombre. "La vida debe ser dulce, es cierto. Pero no solo en el sentido literal", continuó el hombre. "Es importante aprender a disfrutar de los pequeños momentos, de las sonrisas que regalamos y recibimos. Si no sabes por dónde empezar, empieza por sonreír". El chocolatero reflexionó sobre las palabras del hombre. No podía negar que algunas veces se había dejado absorber completamente por su trabajo, olvidando aquellos momentos de alegría y conexión humana. Había descuidado las sonrisas. 
    Desde aquel día, David incorporó algunos cambios en su vida. No solo creaba dulces exquisitos, sino que también se aseguraba de compartirlos con una sonrisa genuina. Aprendió a disfrutar de los momentos simples. Así fue cómo David comprendió que la vida debía ser dulce, pero no solo por el chocolate. La verdadera dulzura radicaba en la capacidad de sonreír, en encontrar el balance entre el trabajo y el disfrute de los momentos simples. Y así, la vida de David se volvió verdaderamente dulce, en todos los sentidos de la palabra». 
Relato encontrado en internet de Artemisa Interina.

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