:: fragmento

Vida,
……….cabalgata triunfal
……….……….sin broche alguno,
……….calendario vastamente inmerso
……….……….porque el mar es también portal de luz.

de Fragmento. Marta Agudo. Barcelona, Godall Edicions, 2022
imagen::calber
Nayagua 36. 
Fragmento, de Marta Agudo (por Ángel Minaya)
Reseñas escaparate. pág. 242. 
Barcelona, Godall Edicions, 2022 

No irradies más espacio 

Marta agudo (1971-2023) publica en 2004 su primer libro, Fragmento, al que le siguen, también con títulos escuetos, 28010 (2011), Historial (2017) y Sacrificio (2021). En mayo de 2022, Godall Edicions reedita Fragmento, con lo que se cierra el círculo de su obra, tan intensa, tan concéntrica, prácticamente un año antes de que Marta nos dejara. La nueva edición cuenta con un «Epílogo» iluminador de Julieta Valero, así como de una «Nota de la autora» en que se abordan diversos aspectos de una nueva edición en la que se han realizado cambios –es verdad que escasos– en algunos poemas, casi todos ellos tendentes a incrementar el fragmentarismo tanto formal como semántico. 

Fragmento es una singularidad poética en la que Marta Agudo ha ido creando desde el comienzo del libro un sujeto poético más allá y más acá, dentro y fuera a la vez del mundo y de la conciencia misma. Y quizá siguiendo la afirmación de Mallarmé de que el mundo existe para convertirse en un libro, ese sujeto crea un mundo y una conciencia para que exista Fragmento. La subjetivación, la dotación de sentido, se realiza a través de una articulación, de un diseño estructurante propio del poema extenso. Y así creemos que puede leerse el libro, no tanto o no solo como un conjunto de poemas breves concatenados mediante una fórmula compositiva precisa, sino como un poema único. Y sin embargo, fragmento; quizá entendido a la manera del romántico Friedrich Schlegel, bien conocido por la autora, pues del mismo año de la publicación del poemario es su tesis sobre el fragmento y el poema en prosa en la lírica romántica. «En poesía, cada fragmento es una totalidad y cada totalidad es un fragmento», escribió F. Schlegel. 

El libro se abre y se cierra creando una antinomia pragmática y significativa. El primer poema exhibe un régimen apofántico o constatativo predominante en el poema: «mundo preñado, / amaneces». Constatación del comienzo del mundo que es también el comienzo de la luz, de la humedad fértil del mundo y del tiempo: «humedad alargada de los siglos». El último poema cierra el libro bajo un régimen imperativo o exhortativo, cuando el sujeto poético conmina: «Argamasa celeste, no irradies más espacio / a la conciencia». Pasar del tiempo al espacio, del mundo a la conciencia, de la afirmación a la negación, de la luz creadora de mundo a la luz que ilumina quizá hasta lo insoportable a una conciencia coextensa con un cuerpo. 

Las antinomias son una constante del ritmo semántico serial del poemario. Un recurso que, junto a la concatenación de una palabra del último verso de cada poema con otra del primer verso del siguiente, las isotopías, el juego de voces, el ritmo fracturado, la continua metaforización diseminadora de significados y las series metonímicas, permite formalizar Fragmento como un poema-fuga, como un artefacto poético que hace visible su propio carácter constructivo y que lo aleja de poemas monológicos de expansividad meramente asociativa, imaginística y autoexpresiva. El afán constructivo se aprecia también en lo que Charles Bernstein denomina tipograficidad. El libro está conformado por sesenta poemas breves, muchos de ellos formalmente fragmentarios, cuyos versos tienen como base rítmica y métrica –sintaxofonía del poema– el endecasílabo o el alejandrino y que a lo largo del libro se han quebrado en versos breves siguiendo la mejor tradición del versolibrismo que inicia Juan Ramón Jiménez y continúan los poetas de la generación del 27. El pulso rítmico de los poemas exhibe en el nivel de la materialidad fónica y gráfica las fracturas existenciales del hombre: «Lenguaje hecho de tildes / y puntos sobre pieles», «Llegaste a ráfagas, / fractura como lento desnudo, / erguido imán de decepciones». 

El sujeto poético que se va configurando a lo largo de los poemas es una construcción mental del cuerpo. Y su conciencia se extiende en el poema a través de las propias estructuras compositivas que permiten articular los membra disjecta del cuerpo humano y del cuerpo del poema. Lo mismo tiritan las palabras que «tirita el vientre en la gesta del deseo». Cuerpo es la palabra de la materialidad humana que más se cita en el libro, seguida de piel, carne, labio, espalda(s). Pero la lista de partes del cuerpo y órganos es extensa: sienes, vértebra, boca, pulmón, cordón umbilical, cerebro, neurona, costillas. Y junto al cuerpo humano, el cuerpo y las partes del poema y su lenguaje, con la boca y sus metonimias como lugar compartido por el cuerpo y la conciencia: aliento, voz, labios, boca, gargantas, cifrar, conjugar, lengua, puntos, tildes, rima, letra, voz. A su vez, el despliegue y repliegue de las personas y voces en el poemario implican una paradójica ocultación del sujeto. El sujeto poético, solo explícito en una ocasión, precisamente con el adjetivo incierta, es presupuesto por las segundas personas y los enunciados exhortativos e interrogativos («¿Olvidar / tras tanto / dolor apaciguado?»). Ese sujeto emplea las segundas personas para dirigirse a sí mismo («has heredado el ser»); al lenguaje y la poesía («llegas a ráfagas»); al mar («¿adónde irás cuando ya / lleno de ti / rebases tus contornos?»); a la naturaleza («así, serena y eficaz perduras: / naturaleza»), por solo citar algunos referentes. La primera persona, pues, se repliega para solo inferirse y así restar sentimentalidad o efusividad expresiva a un poemario que concierne no tanto a un sujeto individual como a todos los seres humanos. 

La realidad humana trágica se disemina a lo largo del texto a través de un dispositivo metafórico a la par barroco y contemporáneo. La impresión de hermetismo o de sentidos fluctuantes resulta crucial como analogon de una existencia incierta, sin sentido y derrotada a pesar de su origen luminoso: «el ser: / la carne en su centella, / el salmo por rencor, / la tierra y su hendidura». Las metáforas se yuxtaponen y abren significados para el lenguaje y la poesía, también seres divinos e insuficientes a la vez: «Morse, zarza escrita», «geometría del verbo»; para el placer y el deseo: «Placer [...] ave fénix de escombros», «labio en derrota»; para la enfermedad y la muerte: «Adentro el cáncer / concede a la metralla / su trazo sosegado», «el hombre: / percance al fin de tanta sombra»; para la naturaleza y el mundo: «lúbrico depredador de albas», «ser en destrozos», «Cráter que contiene / la rúbrica del miedo». 

El hombre escindido, luz y sombra, herencia y orfandad, dios y mortal devorado por el cráter, tiene su correlato en las diversas formas de los opuestos: oxímoron, antítesis, paradojas: «ave sin cielo», «aérea siempre la fosa crea olvido», «dices luz y no iluminado». Dualidades barroquizantes que se combinan con un lenguaje casi aforístico y de una sentenciosidad lapidaria como contrapeso de lo incierto y lo doloroso: «Bien está que el pájaro / sucumba a su delirio, / mas no el hombre: / percance al fin de tanta sombra», «No batirá el hombre la guerra / porque solo en la paz / se alumbra su destrozo». En consonancia con ideas de Carlos Piera, la conciencia en Fragmento se niega a buscar consuelo en la anulación de la contradicción, pues es esta definitoria del lenguaje y del ser humano mismo. 

Fragmento, con esta segunda edición, merece una lectura que lo sitúe ya no solo como el inicio de una obra de alta potencia de pensamiento y lenguaje poéticos, sino como un libro exponente de una poética artefactual exigente, pero capaz al mismo tiempo de conmover por su visión desoladora del mundo, de la vida y de la conciencia, con esa luz que Marta Agudo irradiaba desde su vida hacia los que la conocían, desde su poesía hacia los que la seguimos leyendo. 

Ángel Minaya