:: baturro

Carnaval, del latín vulgar carnem-levare, que significa “abandonar la carne”, era la prescripción obligatoria para todo el pueblo durante todos los viernes de la Cuaresma que a comienzos de la Edad Media la Iglesia Católica imponía. Es una celebración que tiene lugar inmediatamente antes de la Cuaresma cristiana que se inicia con el Miércoles de Ceniza, y que tiene fecha variable. En sus inicios, el Carnaval era un desfile en que los participantes vestían disfraces y usaban máscaras. En la actualidad se combinan además otros elementos: grupos que cantan coplas, desfiles y fiestas en la calle dependiendo del lugar de celebración. Su característica común es la de ser un período de permisividad. El origen parece que esté en las fiestas paganas que se realizaban en honor a Baco, el dios romano del vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se realizaban en honor del toro Apis en Egipto. 

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::”el chaleco, siempre por dentro de la faja”. Lo decía mi abuelo, y esta desobediencia contrariamente es parte de la tradición, sacarse el chaleco por fuera, e incluso llevarlo desabrochado. Desde que tengo recuerdos todos en nuestra familia nos vestimos de “baturros” como rito iniciático de carnaval y lo hacemos con el mismo traje que proviene del siglo XIX: chaleco, calzón, faja o ceñidor, ropa interior (medias blancas y camiseta de manga larga, que cada uno toma de su padre o de su madre) las alpargatas de cintas rojas (tenemos dos pares de distinto tamaño) y el cachirulo, aunque en casa lo llamamos pañuelo.  El “baturrismo” nos tiene “obnubilados”. Pregunta mi tía política, qué tenemos nosotros con los maños. No se puede explicar, no es un disfraz, es una indumentaria tradicional, un empeño por asignar, a cada miembro de la parentela, una identidad, un uniforme en el que sentirse representado y vinculado con los que se vistieron antes que nosotros. Como nuestra familia es un exponente de vivacidad eligió como marca la figura del “baturro” que define la RAE como “diminutivo de bato, que significa hombre tonto o rústico, poco inteligente o de pocos alcances, aplícase vulgarmente a la gente del pueblo en Aragón”  Nosotros somos así “joteros”, tenaces, laboriosos, algo bruscos, con gracejo natural, espontáneos, perseverantes, socarrones. Vamos que llevamos un baturro en lo más dentro, aunque el chaleco lo llevemos por fuera de la faja por tradición, como muestra de rebeldía.