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La poesía de Jorge Curioca es silente y exige por ello un lector entregado. Los poemas pequeños, desnudos se esconden en el blanco del papel de la libreta. En una primera lectura podría pensarse que el poeta intenta plasmar simplemente el instante, pero si uno se detiene, el texto deforma la realidad, enfatizando lo sentido más que la descripción objetiva de los hechos. Y sorprende "el tiempo" que parece plasmado en el silencio desde el principio: El cuerpo / pesa menos // cada vez // aligera más // el // tiempo.
Como entradas de un calendario elíptco, este poemario, que atraviesa casi una década de una biografía (2001-2010), es una pieza de destellos con referencias temporales concretas: Noche en San Mateo, tenemos la luz como reflejo. Y echa mano de la metapoesía para decir que no hay poesía: hacer un poema que suene como el mar y no decir "rumor de olas. Para hacer que surja la magia. Parece que el yo poético no se propuso escribir un diario sino que el libro está compuesto de retazos liberados de un periodo de pérdidas o de vida gris: porque la grisura / no nos daba / íbamos / de ventana a / ventana. Y sin embargo, todo nos recuerda a un verdadero diario en el que cada estrofa es una vivencia de luz.
El poeta nos machaca con fechas y lugares, distribuidos en específicas libretas. Lo que sucede en cada una se desvela a través de los colores. La conciencia de un yo iluminado o ciego. El blanco, el negro, el rojo y la luz, como renuncia al impresionismo: la luz que así misma se apaga. Un haz de historias larvadas se repiten y merodean la luminosidad, a la manera en que alberti se refería al color: A ti, armónica lengua, cielo abierto, | descompasado dios, orden, concierto, | raudo relieve, lisa investidura. Y otra vez alusiones coloristas de un paisaje transformado: Un sol anaranjado de cinco de la tarde | Bienestar. | Una ventana abierta. | Un cielo azúl pálido y pájaros blancos en forma de flecha.
Y entre libreta y libreta se advierte que Jorge Curioca se esconde otros poemarios, a veces incluso oculta lo mejor de la historia. Parece ensayar, preparar una novela, jugar con los propios recuerdos del que lee. Martillea su cerebro, repite, le escribe al oído lo que observa: Vi un velero blanco que se perdía entre los reflejos blancos del mar. Y quieres vivirlo otra vez.
Zarlos Ortíz
Jorge Curioca
Mexico D.F. Filodecaballos, 2013