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imagen::videollamada, Sábado de Gloria* de calber

«Mi padre tenía 74 años. Un estado envidiable de forma y una personalidad que enamoraba. Sólo tenía una fibrilación auricular e hipertensión, ambas controladas, pero que ni por esas llegabas a seguirle el ritmo caminando. Mi padre hace 14 días empezó con fiebre después de haber estado unos días acatarrado. Poco, no llegaba a 38, y sólo un pico aislado en la tarde-noche. No llamamos a ningún teléfono porque "ni tenía fiebre alta ni dificultad respiratoria", que es lo que nos decían desde la televisión y los medios. No hay que saturar el sistema. A los 3 días se le quitó, y nosotras, ilusas, nos relajamos. Pero comenzó a estar muy cansado. Normal, dentro de los síntomas de la enfermedad. "Papá, pero de flojo o de que te falta el aire?", "de flojo hija, respiro bien". Y es cierto que su voz seguía tan potente como durante toda su vida docente. No sabemos si él también dudaba, si no quería preocupar o si tenía miedo. El caso es que el 27 de marzo ingresó en urgencias en el Hospital del Tajo. Neumonía multilobar. Pasa la tarde estable y el médico que habla con mi hermana, enfermera, le dice que va a ingresar en planta. Mi hermana le dice que si realmente está para planta y el médico le dice que sí…». Ana Ojos de Canica

Hasta aquí el relato paralelo de miles de víctimas de este virus, una historia que se repite con unas pautas determinadas que han vivido muchos en primera persona. Por suerte algunos pueden contar un final mucho más luminoso que el protagonista de la historia, D.E.P. Es “Sábado de Gloria” y algunos elegidos lo celebran con video-conferencias, procesiones virtuales improvisadas este año donde la familia, aliviada, se reúne en torno a una esperanza común.

*Previo a la reforma litúrgica de Pío XII a mediados del Siglo XX, el Sábado Santo se llamaba Sábado de Gloria, pues la celebración de la Resurrección (la Vigilia Pascual) tenía lugar ya en la mañana del sábado.