:: peces dorados

Érase una vez un pescador anciano que vivía con su también anciana esposa en una triste y pobre cabaña junto al mar. Durante 33 años, el anciano se dedicó a pescar con una red y su mujer hilaba y tejía. Eran muy pero que muy pobres.
 
Un día, se fue a pescar y volvió con la red llena de barro y algas. La siguiente vez, su red se llenó de hierbas del mar. Pero la tercera vez pescó un pequeño pececito. Pero no era un pececito normal, era dorado. 
 
De repente, el pez le dijo con voz humana: “Anciano, devuélveme al mar, te daré lo que tú desees por caro que sea”. Asombrado, el pescador se asustó. En sus 33 años de pescador, nunca un pez le había hablado. Entonces le dijo con voz cariñosa: “¡Dios esté contigo, pececito dorado! Tus riquezas no me hacen falta, vuelve a tu mar azul y pasea libremente por la inmensidad”.
 
Cuando volvió a casa, le contó a la anciana el milagro: que había pescado un pez dorado que hablaba y que le había ofrecido riquezas a cambio de su libertad. Pero que no fue capaz de pedirle nada y lo devolvió al mar. La anciana se enfadó y le dijo: “¡Estás loco! ¡Desgraciado! ¿No supiste qué pedirle al pescado? ¡Dale este balde para lavar la ropa, está roto!”
 
Así, se volvió al mar y miró. El mar estaba tranquilo aunque las pequeñas olas jugueteaban. Empezó a llamar al pez que nadó hasta su lado y con mucho respeto le dijo: “¿Qué quieres, anciano?” “Su majestad pez, mi anciana mujer me ha regañado. No me da descanso. Ella necesita un nuevo balde porque el nuestro está roto”. El pez dorado contestó: “No te preocupes, ve con Dios, tendrás un balde nuevo”.
 
Volvió el pescador con su mujer y ella le gritó: “¡Loco, desgraciado! ¡Pediste, tonto, un balde! Del balde no se puede sacar ningún beneficio. Regresa, tonto, pídele al pez una isbá. Así volvió el viejo al mar y éste estaba revuelto. Llamó de nuevo al pez y éste le preguntó: ¿Qué quieres, anciano?” “Su majestad pez, mi anciana mujer me ha regañado aún más. No me da descanso. La anciana amargada pide una isbá”.  El pez dorado contestó: “No te preocupes, ve con Dios, tendrás una isbá”. 
 
Cuando volvió, se encontró a la anciana sentada en una piedra y, a sus espaldas, había una maravillosa isbá con chimenea de ladrillo y un gran portón. No quedaba rastro de la cabaña de madera. “¡Estás loco!  Desgraciado!” volvió a gritarle  la anciana. “No quiero vivir como una pobre campesina, quiero ser de clase media”. De nuevo, volvió al mar a buscar al pez. El mar no estaba en absoluto tranquilo.   Llamó al pez y esté le dijo: “¿Qué   quieres, anciano?” “Su majestad pez, mi anciana mujer me ha regañado nuevamente. No me da descanso. Ella quiere dejar de ser campesina, quiere ser de clase media”. “No te preocupes, anciano. Ve con Dios”.
 
Cuando volvió, vio a su esposa ataviada con ropas caras, un collar de perlas, botas rojas y una corona. Tenía criados a los que azotaba continuamente. El  viejo  le dijo: “¡Buenos días, noble señora!  ¡Estarás ahora contenta!” Pero ella ni lo miró y lo hizo llevar a las cuadras. Volvió a obligarle a ir al mar por la  fuerza. Incluso llegó a pegarle en la cara. Ya no quería ser de clase de media y le dijo que le pidiera al pescado que le convirtiera en zarina. Eso hizo el anciano. 
 
Volvió al mar, que estaba de color negro y agitado y le pidió al pez lo que su anciana mujer le había solicitado.Cuando volvió a la aldea, su mujer estaba sentada en una gran mesa llena de manjares y servida por infinidad de criados. Detrás había soldados con hachas que vigilaban su seguridad. El viejo hizo una reverencia y le dijo: “¡Buenas, Su Alteza Zarina!” y ella lo hizo sacar de allí a palos y casi le dan con las hachas.
 
Esa semana la anciana hizo llamar de nuevo. Le dijo que quería ser la dueña del mar y poseer incluso al pez mágico. Lo mandó de vuelta al mar para que cumpliera con sus deseos. El anciano le dijo al pez que su mujer quería ser la dueña de todo, vivir en el mar y por supuesto, poseerlo a él. 
 

El mar estaba absolutamente revuelto. Había una tormenta con olas tremendamente grandes y daba miedo acercarse. El pez le salpicó con la cola y no dijo nada.De repente, el anciano se encontró en su barca pescando con su vieja red. En la orilla, su anciana y amargada mujer estaba sentada frente a la casucha en la que habían vivido siempre. A sus pies, estaba el balde roto

"El pescador y el pez dorado" - Alexander Pushkin -

::cada buen cuento tiene su moraleja, este es un cuento real de peces dorados que se convierten en globos en forma de corazón. En un fin de semana largo de cierre perimetral el mar es un estanque lleno de nubes, la cabaña se transforma en dehesa, el campo es un vega escondida a los ojos de la memoria, un coto privado de pesca. Pasamos tres días de aventuras, de toque de queda y pececillos en el sombrero. Hay submarinistas en el arroyo que buscan ánforas y damajuanas. El balde es una fuente rota que vive en un parque en el que nace un arcoiris y las carrozas compiten en la pista de bumper cars. En este relato corto ocurren todo tipo de acontecimientos mágicos, los animalillos acuáticos se vuelven limas y limones, las grandes olivas estatuas, los guardas de la finca ángeles y cometas. En esta historia encantada el pescador es un duque griego que vive en una tienda de campaña, la zarina se disfraza de hada a la que pedimos deseos y la reina madre come pistachos en su jardín. En la pecera nos ha crecido un limonero, lo rodeamos sin cesar buscando la infancia, a cada vuelta, en cada excursión los recuerdos nos devuelven el sentido de la vida y el virus por unas horas se convierte en un cuento chino.


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