:: gamusino GO

magen:brooke

Uno de los veranos que conservo con mayor cariño es aquel en que fui con mis abuelos y Julián, un obrero de la granja donde vivían, a cazar gamusinos. - “Que contento estoy” - iba canturreando todo el camino - ¿por qué hijo?,  - preguntaba mi abuela,  - “por que voy a cazar gamusinos” - repetía yo todo atolondrado. Mientras llegábamos me enseñaron la canción que había que cantar cuando cazábamos: "Un, dos, tres, cuatro, Gamusino al saco”.  Mis abuelos no dejaban de alentarme sobre lo bien que lo pasaríamos, pero también me avisaban que podría ser una actividad peligrosa.

La aventura empezó al atardecer, nos adentramos en un paraje que había cerca de la finca de mis abuelos. íbamos provistos de troncos, mi abuela portaba una lata que hacía sonar con un palo pues parece ser que estos extraños animales gustan del ruido, a mi me encargaron que llevara una linterna y la tarea más difícil fue para Julián, cargaba con un saco de esparto, que previamente había sido revisado, porque era muy importante que no tuviese agujeros. Julián aunque era mayor, hablaba entrecortado y se emocionaba tanto como yo ante la expectativa de cazar alguno. Yo no paraba de preguntar cómo eran los gamusinos, porque nunca en mi vida los había visto. Era una aventura emocionante y desconocida a partes iguales.

Mi abuelo no hacía más que señalarme para que yo apuntara con la linterna, para que yo los reconociera, estaban por todas partes, entre las ramas, en los troncos, detrás de la maleza, cuando yo me acercaba, los gamusinos huían. El método para cazarlo era complicado, Julián y yo abríamos la boca del saco, lo colocábamos tendido sobre el suelo y con la boca abierta, de forma tal que el gamusino entraba dentro espantado por el ruido, algunas veces mi abuela introducía alguno en el saco, que sosteníamos, y rápidamente lo cerrábamos para que no se escapara, por lo que yo no acertaba a verlos. El saco iba cada vez mas lleno, y aunque Julián se quejaba  todos estábamos muy satisfechos de lo conseguido.

Aquella noche fue una de las más felices del verano. Mi abuelo contaba proezas de como había participado con su padre en antiguas cacerías de gamusinos en la dehesa de Majazul. De como incluso un año vino el mismísimo Don Juan de Borbón a una de ellas. Estos días que todo el mundo anda loco en una realidad aumentada, a la búsqueda de toda clase de pokemon virtuales yo me acuerdo de aquella primera noche en que el único objeto inteligente era una lata y un palo.
Mi abuela que tiene 98 años y no se acuerda de algunas cosas, cambia la cara, si le canturreo "Un, dos, tres, cuatro, Gamusino al saco” una sonrisa ilumina su cara. - ¿Te acuerdas cuando fuimos a cazar gamusinos abuela? le pregunto yo casi seguro de la respuesta. - Tú llevabas el saco, y bien lleno, la insisto, mientras ella niega con la cabeza y le falta tiempo para decirme: “los cojones treinta”.