Hablaré otra vez de mi padre. Fui su hijo único unos meses pero como si lo hubiera sido siempre (esto sólo lo sabemos los primeros) hasta que llegó mi hermano y luego el otro y el pequeño y una nieta y un nieto así hasta formar un equipo de fulbito, eso le compensó la primera decepción que tuvo conmigo cuando me quedé con el facebook en lugar del fútbol. Mi padre sabe mucho de ecología, desde pequeño nos inculcó el amor al campo. Pasábamos las vacaciones y los fines de semana en la casa rural, allí aprendimos a nadar en la piscina y a distinguir una uva de una aceituna. Me enseño a montar en bici y con los años recuerdo competir con él en moto. Tiene un museo Etnológico, ya sé que parece exagerado pero él es así, donde otros coleccionan sellos, él trastos. Cuenta historias encadenadas, sabemos como empiezan, pero las va ligando hasta olvidar el origen. Si se lo dices, él lo niega todo y las termina aunque no quieras. Confunde a todo el que sale por la tele. No se enfada si no le regalas nada en fechas señaladas, le gusta decir que él es el último mono. No se arregla los días de diario, porque dice que en la oficina le preguntan si va de viaje. Se encuentra más joven y delgado que la mayoría de su edad. Su forma de expresar sentimientos es el silencio. Es un buen padre, un poco pesado cuando se pone en modo: “Eso ya te lo dije yo”, pero hemos aprendido mucho de su tenacidad. Su refrán favorito es: “cuando seas padre comerás carne” y creo que por eso le hemos salido la mayoría de sus hijos vegetarianos.