:: tomate

La calle se llenó de tomates, mediodía, verano, la luz se parte en dos mitades de tomate, corre por las calles el jugo. En diciembre se desata el tomate, invade las cocinas, entra por los almuerzos, se sienta reposado en los aparadores, entre los vasos, las mantequilleras, los saleros azules. Tiene luz propia, majestad benigna. Debemos, por desgracia, asesinarlo: se hunde el cuchillo en su pulpa viviente, es una roja víscera, un sol fresco, profundo, inagotable, llena las ensaladas de Chile, se casa alegremente con la clara cebolla, y para celebrarlo se deja caer aceite, hijo esencial del olivo, sobre sus hemisferios entreabiertos, agrega la pimienta su fragancia, la sal su magnetismo: son las bodas del día, el perejil levanta banderines, las papas hierven vigorosamente, el asado golpea con su aroma en la puerta, ¡es hora! ¡vamos! y sobre la mesa, en la cintura del verano, el tomate, astro de tierra, estrella repetida y fecunda, nos muestra sus circunvoluciones, sus canales, la insigne plenitud y la abundancia sin hueso, sin coraza, sin escamas ni espinas, nos entrega el regalo de su color fogoso y la totalidad de su frescura. «Oda al tomate» de Pablo Neruda

imagen::calber

::un día vino a “CASA MARI” un señor muy “viajado”, y hablando de los productos de la tierra, comentó que había “muy pocas cosas” en la vida que él no había probado. Ni corta ni perezosa la Sra Mari sacó un frasquito pequeño de su tomate y se lo regaló. A los pocos días, recibío un telegrama que decía: “Tengo que decir, que su TOMATE FRITO era una de ellas”. Y es que, ¡hasta que no lo pruebas, no te lo crees!