:: oído

Soy una mujer fácilmente adaptable a cualquier tipo de situación, de espíritu aventurero y decidido. En contrapartida soy propensa a las pequeñas catástrofes interiores, lo cual difícilmente logra que me sienta totalmente ubicada. Tiene que ver con las cosas que ocurren dentro de mi oreja. Me llamo Aquilina Ramos Ortiz y tengo seis vástagos. Esto que me pasa a mi, es como la condición “judía”, es matrilineal, o sea que se transmite de madres a hijos. La audición, como la biografía de cada ser humano, se basa en una serie de sucesos que transforman las vivencias de los antepasados en propias. Las ondas de sonido suspendidas en el aire entran al oído y viajan a través de un estrecho pasadizo llamado conducto auditivo externo, que va hasta el tímpano. Una vez transformadas las señales electroquímicas, el nervio las lleva al cerebro.

La arquitectura complicada del oído interno hace que sea difícil para los médicos estudiarlo. Las primeras molestias auditivas de las que tenemos noticias son unas crónicas de mi bisabuela, desde Palencia. Juana Ruiz de la Peña tuvo sólo una hija y a ella transmitió la herencia, según dice un informe médico emitido por un otorrino en su Baltanás natal de antes de 1871: “La paciente refería acúfenos, con segundos de duración sin sensación de giro. Vahído. Se le desaconsejó como causa de los mareos”. La familia es el laberinto, la última generación está en el centro, cuando nos salimos de la serie de pasillos fluidos desfallecemos. Ya me lo decía mi madre: “en una vida hay muchas vidas” y para nosotras, todas han sido murmullo, escapar de la maraña con la sordera fue siempre muy complicado. Cuando uno de los huesos del oído medio, martillo, yunque o estribo no puede vibrar, la audición se deteriora. Mi abuela Petra Martinez Ruiz nació en Torquemada, en 1829 el mismo año que  Enriqueta Lozano, poeta, y autora dramática del romanticismo tardío, tenía como ella rasgos costumbristas y sensibilidad conservadora. Andaba siempre de médicos por el tema del oído y la melancolía. Y a pesar de todo vivió hasta los 77 años, diez mas que Cézanne, el padre de la pintura moderna que marchó con ella la noche funesta del 22 de septiembre de 1906.


El sistema auditivo nos mantiene estables, vivas. Mi madre, Josefa Ortiz Martinez tampoco controlaba bien el sistema vestibular, formado por el utrículo y sáculo, esto afectaba la sensación de equilibrio y control espacial. Nació
en 1854 en Illescas el pueblo toledano al que llegaron mis abuelos desde el norte, y el día de su bautizo simultáneamente en otra iglesia de Viena contraía matrimonio Sissi con su primo Francisco José I de Austria. Mi madre fue mi emperatriz ausente, rebelde, y demasiado avanzada para su tiempo, que se le acabó muy pronto. La otoesclerosis es una enferemedad hereditaria que afecta al oído medio causando pérdida de audición conductiva. Con sólo 39 años murió un lunes 12 de junio de 1893. Nistagmo y Romberg negativos. Otoscopia normal. Adudiometria hipoacusia, caída graves dudosa con el enmascaramiento. Ahí quedé yo con sólo dos añitos, completamente desestabilizada, sin recuerdos, sin sus sonidos. Mi madre fue entonces la resonancia de mis abuelas.
Josefa Ortiz Martinez. imagen::nicolás barahona

Como ya dije soy propensa a los síncopes interiores. El otorrinolaringólogo me ha dado los resultados de la última prueba Bera OD 30 DB, OI 35-40 DB Perdida de 5-10 DB compatible con otoesclerosis laberintizada. El oído y nuestro estado de ánimo están relacionados. Mientras permanecemos en el vientre de la madre, estamos expuestos a determinados estímulos como el latido de su corazón. Imagino la voz de las futuras mujeres de mi familia, la risa de mi nieta. Todas ellas van a heredar mi pérdida. Imagino el murmullo de los ángeles mientras caigo. Imagino a mis nuevas mujeres susurrándome el silencio al oído.