imagen::nicolás barahona
Se deja el lugar de nacimiento,
pero el alma de la tierra se lleva a cuestas y forma parte del bagaje que
acompaña al hombre que marcha y también a sus descendientes. Pedro Martínez
Conde y Juana Ruiz de la Peña, tuvieron que abandonar Baltanás, el pueblo palentino
en que vieron la luz, situado en un alto, en medio del antiguo Valle de
Atanasio. Como ellos, muchas familias tuvieron que superar la dramática
situación social que experimentaba el país, en particular en las zonas de mayor
atraso agrario. Casi toda la historia de la humanidad es la historia de la
emigración. Ésta tuvo un fuerte impacto en la población castellana de
principios del siglo XIX. En 1829 el matrimonio se trasladó primero a
Torquemada, un pueblo vecino donde nació la pequeña Petra Martínez Ruiz. Cuando
la niña contaba con seis meses embarcaron sus pertenencias con destino a los
Estados Unidos esperando la ansiada prosperidad.
Mi abuela descendiente de estos
hombres y mujeres, me habla de su valentía. A sus noventa y siete años juega
con la memoria y con una caja oxidada que dormía en el desván. Guarda una foto
antigua, con el árbol genealógico de sus tatarabuelos al
reverso. Con emoción, ella escuchaba a su madre narrar los orígenes de una familia
de comerciantes, que empezaron vendiendo tilas por los pueblos de Ávila y que
llegaron con gran esfuerzo hasta Nueva York.
Desde la Edad Antigua, el
desarrollo de la navegación, incidió en grandes desplazamientos de personas,
que emigraban de su puerto de origen para establecerse en nuevos territorios.
El comercio de especias fue motor de estos viajes. La tila se usó como remedio
en la cura de diferentes afecciones. Esta pócima llevó a mis antepasados, hasta
los muelles de Ellis Island donde desembarcaron para recuperar el futuro. “Los
tileses” fueron protagonistas de un importante episodio, olvidado para muchos: familias de antepasados que tuvieron que exiliarse en busca de fortuna.
La historia de la emigración es
el cuento de la tierra prometida, de la fuente de igualdad. Descubro mi pequeña
historia que nació en el viejo valle de Atanásio y se forjó con vivos y
muertos. La ruta natural de regreso a los orígenes, a la tierra que siempre
llevamos consigo.