:: colonoscopia

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::me acosté en la camilla como quien se entrega a un viaje breve, sabiendo que la navegación sería indolora. El hospital parecía respirar distinto, con un murmullo suave de máquinas. El médico me dio la mano y me explicó en palabras simples cada paso: la anestesia, la luz que exploraría el interior, la ruta que seguiría el colonoscopio en busca de pólipos. Me pidieron relajación, una respiración lenta y constante, como si trataran de convencer a mi cuerpo de que no hay peligro real, solo revisión, solo cuidado. El mundo se desvaneció en una burbuja de sonido suave y luces tenues. Un cosquilleo, un silencio que se parece al descanso de una siesta de verano junto al murmullo de una piscina. Las imágenes lejanas, formaban un mapa que no entendía y que, de pronto, tenía sentido: un recordatorio de que el cuerpo tiene puertas por las que entrar y salir sin miedo cuando el conocimiento lo acompaña. La voz del anestesista se convirtió en una cuerda de seguridad, recordándome que debía seguir girando la respiración. Poco a poco, la sala y la luz se hizo más tenue, piensa en algo agradable, me dijo y se me ocurrió rezar un padre nuestro, comencé a navegar sobre un agua en calma, en un flotador en cruz, como quien se entrega a un viaje breve. Arturo Inclán

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