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Tres y uno. Semana de conmemoración, en el reflejo de Tasmania, donde el sol quema sin remedio, una niña desaparece en el viento. El pontífice, en su silencio, mira las estrellas, buscando respuestas en el cielo, mientras ella se disuelve entre dunas y sueños, una sombra que se escapa entre las manos del tiempo. Vestida con su disfraz, rojos que cantan en la tierra lejana, como un eco de tierra en la arena austral, una figura que se funde con la nada, una presencia que nunca fue. Y en esa soledad, en ese silencio, el mundo se vuelve un relato incompleto, una imagen que se desvanece, como una palabra que se pierde en la arena, como el ángel que desaparece, como el apóstol que observa, como la niña que juega a disfrazarse, que solo queda en la sombra de la memoria. _Arturo Inclán